
«Una de las cosas que más recuerdo de mi padre, es que siempre se empeñó en que nosotros (sus hijos) valoráramos la Palabra de Dios y todo lo relacionado con ella para llevarla a la práctica.
El testimonio que nos dejó (a nosotros y a la gente que le rodeó) fue la puesta en acción cotidiana de los mandamientos bíblicos. Cuando vamos al corazón de la Reforma Protestante, encontramos que el deseo de figuras como Martín Lutero, Ulrico Zwinglio y Juan Calvino era que la Palabra de Dios (enseñada adecuadamente) normara la vida del creyente y fuera práctica.
En los tiempos de estos hombres de Dios, el impacto logró alcanzar a todos los estamentos, pues, no solo se concentraron en que la Iglesia debía cambiar, sino que también entendían que la sociedad necesitaba cambiar en todos los estratos sociales, políticos, militares, etc.
Es por eso que entiendo que la intención básica era una reforma para la vida. Tal cual lo hizo Cristo. Jesucristo nos mostró un reino de Dios que impacta la vida del ser humano, no solo su “lado espiritual.” Por diversas razones, hemos divido el mundo “secular” del mundo “espiritual” creando mentes confusas en cuanto a como reformar sus vidas.
¿Cómo una vida se reforma a la luz de las Sagradas Escrituras?
Sencillamente poniéndola en práctica. No hay truco, magia, o algo sobrenatural. Si los creyentes cambiáramos nuestra forma de pensar al respecto y fuéramos los mismos creyentes que adoran a Dios los domingos cada día de la semana con el mismo fervor otro realidad viviríamos.
Podemos ser “piadosos”, “santos”, “humildes” en la iglesia el domingo, y luego cambiar el chip el lunes y pasar a ser trabajadores o estudiantes que hacemos lo mismo que todo el mundo. Algo sencillo como vivir en nuestros trabajos como lo plantea Colosenses capitulo 3, específicamente versos 17 y 23.
Parecieran que dicen lo mismo, pero nos plantea hacer lo siguiente, número 1:
(v. 17) Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.
Y número 2:
(v. 23) Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres;
Esto esta dictado no para los pastores, directores de alabanzas, misioneros, y cualquier otra “función” o “responsabilidad” cristiana, sino para la vida. Debo hacer las cosas como si Cristo lo hiciera y para que Cristo la reciba.
Eso reformaría nuestras vidas y a la sociedad. Demos el paso de fe, y pidamos al Señor que reforme nuestras vidas. Nosotros lo necesitamos y el mundo también espera la manifestación de los santos en todas las áreas de la vida, pues al final de cuentas Cristo vino a reformar nuestras vidas.»
En Cristo,
Jehiel Ortiz
Escritor invitado